viernes, 19 de febrero de 2016

Un hombre de adicciones

Carlos Alberto Patiño

Siempre lleva un libro consigo. Al trabajo, a la escuela, a comer, a los cafés y bares, hasta a hospitales y funerarias.
“Quién sabe cuándo se presente una emergencia de lectura”, dice a los preguntones
Ese es uno de sus vicios. Otro es la habilidad para ingerir y expeler humo de tabaco. También se confiesa aficionado a los tintos, al café, a desvelarse y a navegar en Internet.
“¿Qué puedo hacer, si soy un hombre de adicciones?”, confiesa.
Por eso se reconoce como un enamorado perenne, sobre todo si de causas imposibles se trata.
Como también padece de adicción al trabajo, tiene que darse maña para cultivar sus dependencias. Tal vez esa sea la causa de las ojeras de mapache que luce de manera casi permanente.
No hace mucho adquirió una nueva afición. Y más vale no tocarle el tema, porque puede pasarse horas hablando de él.
Una noche dejó pasmados a sus amigos. Llegó y dijo: “Nunca creí que me pasaría toda la tarde abrazado de un tipo.”
Cuando todos empezaron a mirarlo como a bicho raro, añadió: “Runfla de canallas mal pensados. Estuve con mi nieto, cargándolo toda la tarde. Y la verdad que ésa es una de las experiencias más agradables que he tenido.”
El muchacho en cuestión tiene ya casi dos años y lo está obligando a convertirse en fan de dos películas y sólo dos: El rey león y un documental llamado Baby School. Son horas y horas las que se han pasado mirando los videos.Todo parece indicar que hay un nuevo ejemplar de adicto en esa familia.

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