jueves, 25 de febrero de 2016

Sombras de teatro

Jessica Zermeño

Era un sábado. No como cualquier otro. Hacia meses que no se veían. Que no sabían nada el uno del otro. El lugar del rencuentro no era el mejor. Había desventajas. Sin embargo, el destino intentó un acercamiento, quizá el último.
En el ambiente se revivieron los días de gloria. Las tardes de bailes incansables. Las risas desvariadas por cualquier tontería. La amistad a flor de piel, motivo de conflictos. El corazón que se entregó sin preguntar por qué. Las peleas. Los secretos contados. Los miedos conocidos.
No fue fácil llegar. Aunque el camino era el mismo. Ese que desde hacía más de siete años un día comenzó a vivir. Pese a regaños. Aún en contra de la familia.
De nuevo en busca de la magia que ese lugar le guardaba.
Recorrió con tristeza las calles cercanas del barrio Bravo de Tepito. Cuan sería su valor y coraje que no importaban las malas noticias de asaltos y muertes tan característicos del lugar.
La mirada baja. El corazón latió. Frente a sus ojos la morada de sus sueños. La vieja casa de cultura Enrique Ramírez y Ramírez. Recordó el bien y el mal que le provocaba estar ahí.
Las palabras fueron pocas. Las lágrimas cayeron al mismo tiempo que sus sentidos asimilaron el hecho de que el corazón de su amigo había dejado de latir.
Desde ese día, ese viejo teatro anida los recuerdos más emotivos de su amistad. Memorias que duelen entre las bancas, las luces, el escenario y el maquillaje que ayuda, sólo un poco a olvidar, a ser un nuevo personaje que evite recordar el dolor de haber perdido un amigo.
Ahora, una sombra más se ve recorrer los viejos pasillos del teatro..

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