martes, 23 de febrero de 2016

Maléfico plan

Jessica Zermeño

Era una trágica tarde de viernes. Corría de un lado a otro huyendo de mamá. La sola idea de su escalofriante plan, me hacía implorar piedad. Ella no podía estar en sus cinco sentidos.
Las mamás suelen olvidar cosas, la mía es de ese club, pero esta vez la pesadilla llevaba ya varios días.
“Vamos Jessy, esto no dolerá”, decía con voz tierna. Pero yo me resistía, en parte sí por cobardía y por una especie de alergia al dolor.
A quién se le ocurrió la idea de amarrar el extremo de un hilo a la puerta y el otro, a mi pequeño y desafortunado diente de leche. Pero eso era lo de menos, lo malvado venía cuando había que cerrar la puerta para arrancar el diente de mi encía.
Ni loca podía permitir que mi madre utilizara esos métodos en mi boca. Sólo tenía seis años, demasiado joven para sufrir.
Debo reconocer que mi enemigo era muy insistente. Y fue ahí donde conocí la vieja historia ambiciosa que a muchos niños hace caer. La frase era contundente. “Si no, no te traerá nada el ratón”. Muy seductora, pensé. Pero no me convenció.
Fue la abuela mi gran salvadora. “Tarde o temprano se caerá sólo” dijo. Y yo, estaba dispuesta a esperar. ¿Cuál era la prisa?
Mamá abandonó su maléfico plan y yo, no sé por qué extraña razón me puse sus viejos patines. Material prohibido para mí. Quería demostrarle que ya sabía patinar. Logré esquivar el comedor. La velocidad aumentó. ¡Yujuuu! la vida sobre ruedas era divertida, hasta que se me atravesó el sofá.
¡Que buen golpe¡ Muchas lágrimas y enojo. Mi diente se había caído con el impacto. El dolor era terrible. No el de la encía, de eso ni me percate. Tuvimos que buscar con lupa mi diente. No podía perderme de la gran recompensa que el Ratón de los dientes dejó bajo mi almohada esa noche.

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