viernes, 19 de febrero de 2016

El reencuentro


Jessica Zermeño

Hace tanto que dejó de verla. Apenas entraba a la adolescencia. Las cosas no suelen ser fáciles en esa época. Aún así el cariño nunca muere.
¡Que tardes de fantasía con la abuela! La magia, los dulces sin limitaciones, juegos eternos, consentimiento total, tardes de cuentos. Muchas caricias, abrazos, curaciones de raspones y lágrimas por el hecho de crecer.
Esa tarde preparó todo para el reencuentro. Revivió sus memorias, cargo con ellas. Con la última foto donde están juntas, muestra del paso del tiempo.
No olvidó un obsequio, como hacerlo si nace del corazón. Alcatraces blancos, una docena. Sus favoritas.
Preparó un discurso. Nada formal, sólo palabras que de pronto llegaban a su mente. Esas que un día no pudo decir porque ya estaba lejos. Aún así nunca es tarde.
Partió en su búsqueda. Lo hizo sola, el reencuentro era duro, triste desde aquel mes de febrero del 99 que se distanciaron.
Hubo lágrimas, poca comprensión de su decisión. La familia lo resintió, pero lo aceptó. Ella no.
Llegó al lugar donde está ahora la abuela. Tiene un gran jardín. Muchas flores, aunque no todas son de su preferencia. El espacio es poco, muy reducido pero se acopló.
Caminó por el pasto hasta donde se encuentra. Fue un momento difícil, un nudo en la garganta evitó las palabras. Pero no el amor. Y aunque ese sentimiento de abandono y soledad se volvió a sentir, se consoló con el hecho de saberla cerca.
No pudo mirarla nuevamente a los ojos, ni darle un abrazo, es difícil dárselo a una tumba.

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